Hannah

Hannah
"...Escogí número en un juego arriesgado. El dado da vueltas. He perdido."

lunes, 12 de septiembre de 2011

"Cerca del cambio de los tiempos..." Una introducción a la vida de Hannah Senesh.

Ahora lo único que me pregunto es como llegué aquí. Mi pasión por el Judaísmo me llevó a unirme al movimiento sionista. La injusticia, la discriminación y los prejuicios hacia los judíos que me tocaron vivir en primera persona me causaron un fuerte amor hacia mis raíces. Heredé el amor hacia la Literatura de mi padre que murió cuando era una niña. Mi orgullo y decisión hacia el judaísmo me llevaron a tomar las más valientes decisiones. Ahora pienso en eso, en la importancia del Judaísmo en mi vida, ahora encerrada bajo los ojos opresores de los violentos y codiciosos.
Recuerdo los momentos de un hogar calido donde todo parecía tan sencillo y perfecto, donde no había tristeza, no había dolor y la realidad estaba realmente lejos de eso.
En la cárcel que es donde yo me encuentro ahora, la vida es pequeña.

Todo comenzó el día 17 de julio de 1921 en el que yo nací. En 1939 emigré a Palestina como única solución a continuar con mi tradición judía, allí estudié Agricultura y vi mi vida como una auténtica misión, porque ese es el objetivo de mi existencia, cumplir una misión, la que yo me había asignado, la que sentía como propia y con pura convicción. Siempre consideré a la vida como algo intocable, aunque los paraísos y campos verdes me parezcan maravillosos, antes de morir, viviría en un mundo sangriento y lleno de guerra, el que estoy atravesando ahora.    

La literatura es algo muy importante para mí. La poesía es algo que siento mucho, y de lo que nunca me privo. Mis poesías tratan temas diversos. Muchas de ellas describen paisajes, lugares, pero otras, en cambio, tratan sobre oscuros hechos que marcaron mi vida, aunque lo importante es que todas ellas son representaciones de mis más sinceros sentimientos. 

En 1941 me hice miembro del Kibbutz Sdot Yam, en Cesárea. Mi pasión por el Judaísmo continuó y en 1943 me uní al ejército británico como piloto femenino de la segunda clase. Allí comencé mi entrenamiento para ser paracaidista militar con el fin de servirle a la Dirección de Operaciones Especiales. 

Yo conocía el peligro que corría y sin embargo continúe en juego. Pero mi valentía tuvo un precio. En una de mis misiones los alemanes habían ocupado Hungría. Mis colegas se retiraron pero yo continúe y llegue hasta la frontera de Hungría. Allí los gendarmes húngaros me llevaron a prisión tras descubrir que formaba parte de sus enemigos.
Ellos querían saber el código de mi transmisor para poder encontrar a los demás paracaidistas. Pero yo no se los dije, ni siquiera cuando llevaron a mi madre a la celda y amenazaron con torturarla a ella también.

Es que mi convicción hacia cumplir con mi misión como ser humano me hace y me construye dura como una roca, y el deseo de continuar con el Judaísmo confirma que nunca cambiaré. Las torturas y el daño físico y psicológico no me harán dar el brazo a torcer.

La injusticia y la discriminación que sufrí cuando niña  hizo construir mi misión, es decir, comenzar con mi vida y con mi formación. Ahora esa misma opresión, esa misma maldad y esa misma destrucción acabarán conmigo. Y eso es lo que más me entristece. Pero se que, mi muerte, mi inapropiado juicio, esa traición falsa, serán denunciadas. Seguramente no hoy, en 1944, ni el año siguiente, pero sí en algún momento.